Realidad educativa latinoamericana y costarricense
Por: Fernando Alejandro León Avelar.
En la experiencia costarricense resulta particularmente llamativo el hecho que en nuestro sistema educativo se proponen reformas que vienen a cambiar la terminología, pero en el fondo no se cambia la manera de hacer las cosas y esto se constata particularmente con la evaluación. La realidad es que el sistema educativo está estructurado en una forma piramidal, progresiva y donde los 11 ó 12 años previos a la educación superior no terminan de brindar las destrezas básicas necesarias (en la mayoría de los casos) si se piensa en un ingreso formal a la universidad (desde educación pública); ciertamente sólo una minoría privilegiada logra acceder a la educación superior pública, particularmente en nuestro país se constata por medio de filtros como el bachillerato, los exámenes de admisión o inclusive si ya se está inserto en la carrera dentro de las universidades hay cursos que tradicionalmente representan una piedra en el zapato y un motivo de deserción para un significativo número de estudiantes.
Las realidades educativa mexicana y costarricense no son ni tan distintas, ni tan distantes y por ende nos identificamos en mucho de lo que Navarro expone. Desde la tecnocracia creciente hasta las panaceas de cada administración. Al final, si el alumno supera todos los obstáculos habrá obtenido un bachillerato que no le resuelve nada, pero le da la oportunidad de “seguir jugando” en un nivel de exigencia para el cual probablemente no esté plenamente calificado, pero con el tiempo vendrá la adaptación o el fracaso... Sobre la burocracia, definitivamente es de los mayores males a los que hay que imponerse como docentes.
La pregunta obligada con la que invito a los posibles lectores a reflexionar es ¿será posible un modelo “otro” de enseñanza? La experiencia de los países escandinavos, Singapur, Corea y quienes en algún momento han destacado en educación pareciera señalarnos que en efecto, “es posible” soñar con otras formas de hacer las cosas, la eliminación de las tareas en el sistema francés por ejemplo representa otro debate interesante ¿debería privilegiarse el derecho a la desconexión? O ¿son los deberes/tareas parte integral de la formación dentro y fuera del hogar?
Desde la perspectiva comparativa sobre el manejo modernista de la educación, a mi modo de ver hay coincidencias importantes entre el caso mexicano presentado por el autor y el caso costarricense, desde la implementación de los 200 días de clases hasta el pensar en términos o función de los resultados en Pruebas PISA llevan a tecnificar la educación, por supuesto cada reforma tiene avances y desventajas, pero si se piensa en términos de los fines de la educación realmente estos escapan inclusive al modo de evaluación, o dicho de otra manera discursivamente se apela a grandes cambios y nuevas visiones pero en lo factual seguimos con las prácticas de orden positivista, con la idea modernista de la ciencia discursivamente como eje rector de todo y con la producción en serie de individuos que en buena medida carecen de habilidades para la vida y destrezas sociales básicas.
¿Existe realmente una independencia de la educación superior con respecto a educación básica?
La respuesta es no, en tanto la educación superior está condicionada por toda la escolarización previa y como tal debe recibir sólo a quienes han superado todos los obstáculos y tienen el cartón que reconoce su avance (el bachillerato para el caso costarricense); sin embargo, podríamos matizar un poco la visión tan tajante del autor y pensar que la universidad en realidad alcanza una proyección hacia toda la sociedad (inclusive a los sistemáticamente rechazados), no solamente con la docencia, considéremos que la acción social y la investigación dan aportes importantes para toda la sociedad, estos aportes y producciones no son excluyentes ni están reservados sólo para los miembros oficialmente matriculados de una universidad.
La independencia de la educación superior se puede manejar más bien en términos de una mayor autonomía, en el entendido que dicha autonomía no implica ni debería implicar, independencia del resto del territorio nacional sino libertad de acción para decidir sobre programas, carreras, personal docente, currículo y libertad de cátedra. Presupuestariamente, no hay independencia de la educación superior y más bien podría ser contraproducente que las dinámicas de venta de servicios se impusieran por encima de la docencia misma, esa lógica respondería más a una lógica de mercado que a la visión de la universidad como máxima casa de estudios.
La crítica principal del autor, pareciera ir en la línea de no poder aceptar a los estudiantes que han quedado fuera del sistema educativo formal o por lo menos de la educación superior pública y podríamos decir que en Costa Rica eso ha abierto portillos importantes para que un jugoso mercado de estudiantes que no pudieron ingresar del todo a la universidad pública, o quienes no ingresaron a la carrera que originalmente querían terminen en las universidades privadas.
A partir de ahí se desprenden otras lógicas también de mercado como los préstamos o el endeudamiento donde podríamos pensar un poco en forma maliciosa y decir que como nicho de mercado el sistema más bien funciona a la perfección, produce operarios, técnicos y graduados de cuanta carrera se piense al tiempo que acostumbra a las personas a un modo de vida dependiente de las tarjetas de crédito, con deudas y a no reclamar mucho por sus derechos; en otras palabras, se favorece el conformismo, el aquí y el ahora, la forma rápida y sin esfuerzo que a final de cuentas serán igualmente legitimadas por el Estado, el ejemplo lo tenemos en Educación, carreras de 2 años y 8 meses en universidades privadas meses donde el que paga accede a su licenciatura en algo (con el equivalente MT5 que corresponde al título de licenciatura), el MEP propicia una saturación donde la calidad de esos graduados podría ponerse con facilidad en entredicho sin que resulte contradictorio o motivo de cuestionamiento.
Recuerdo que hace muchos años yo tendría unos 17 años recién cumplidos cuando ingresé a Estudios Generales pregunté muy ingenuamente qué seguía después de la universidad... unos amigos que ya tenían al menos un par de años en la universidad se rieron de mí y me dijeron: “nada, usted estudia todo lo que quiera y pueda, maestría, doctorado, si puede, pero la universidad es lo más alto a lo que se puede llegar como institución”...dicha anécdota revela el hecho que no hemos inventado nada nuevo; claro que hay institutos, escuelas técnicas o especializadas, pero no se ha pensado en un modelo de universidad distinta, como tal la sociedad ha asimilado que la universidad (en cualquiera de sus formas, niveles o facetas) es esa construcción superior a la que se puede llegar, el sistema también lo restringe y el modelo funciona "tan bien" que nos resulta difícil imaginar algo distinto, tal vez un poco a la manera de ágora griega, un calmecac o tepochcalli azteca, que por supuesto no coinciden con las dinámicas de lo planteado ni las exigencias actuales del mercado.
Ciertamente las reformas y los cambios son en la mayoría de los casos meros tecnicismos, pero como apunta Navarro en realidad no se cambia la manera de hacer las cosas. Lo asimilo desde mi experiencia particularmente con las malas praxis que se reproducen y lo que cuesta reaprender y modificar patrones culturales; más aún los sesgos siguen presentes en los educadores y las capacitaciones son meros paleativos que a final de cuenta poco o nada inciden en la calidad de la educación, terminando como saludos a la bandera. En Costa Rica se han podido realizar inversiones en educación gracias a que no hay un ejército, pero también se ha desarrollado una burocracia insostenible. En ese sentido, la reflexión y el análisis son trascendentales para ver los rumbos y evaluar a la postre si lo que se está haciendo cumple o no con lo esperado, mas es en la realidad empíricamente comprobable donde se corroboran las falencias o virtudes de lo implementado
Recomiendo ver el siguiente corto de Jürguen Klaric sobre la Educación del Siglo XXI
Creo que desde el enfoque de Klaric se refuerza la tesis de Navarro, se cambia la terminología, se plantea toda una parafernalia de tecnicismos pero en el fondo no se cambian las formas de hacer, véase con la evaluación, nuevos planes, nuevas dinámicas pero se evalúa exactamente de la misma manera... llámese cómo se le quiera llamar prueba de bachillerato en Costa Rica, pruebas Enlace en México. Todos hablan de lo que se quiere hacer, de las maravillas que se quieren lograr, se proponen las pruebas PISA como un ideal pero como parte de lo que ocurre con las políticas educativas, ¿estaremos preparando realmente a los estudiantes para la vida? La respuesta es NO.
Por supuesto, el dato deshumaniza el fenómeno social, hablamos de porcentaje de deserción en sétimo año, pero qué implica eso en términos de la madre que hace un esfuerzo sobre humano para llevar a sus hijos al colegio, cómo describir una realidad si se plantea en porcentajes de aprobación, tasas, medias o aumento en cantidad de graduados cuando esa estadística pasa por alto los esfuerzos, dificultades o inclusive las inconsistencias de un sistema que le pide en lo discursivo al chico ser crítico pero en la forma se le obliga a memorizar como se ha hecho desde hace más de 300 años.
El cuestionamiento por supuesto tiene que ver hacia lo que queremos lograr, pero no sin reflexionar en la forma en como hemos estado asimilando y materializando el proceso. Tal vez ni siquiera sea que tenemos que ver hacia otros países que se denominan exitosos en educación, sino interiorizar nuestra propia manera de entender el mundo y gestionar nuestra educación, ¿será que el modelo finlandés es lo que necesitamos realmente? Tal vez no, sino el entendernos a nosotros mismos, a nuestra realidad y al ser histórico que culturalmente hemos construido en nuestros países.
Fuentes consultadas
Navarro, M. (1998). Reflexiones Sobre Modernidad y Educación: Viejos Paradigmas para Nuevas Realidades. Revista de la Educación Superior. Volumen XXVII. Número 106 abril-junio 1998. Recuperado de http://resu.anuies.mx/archives/revistas/Revista106_S1A3ES.pdf [Consulta 5 de julio, 2017].
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