
El nombre de la rosa, una perspectiva docente
Por: DLA y FALA
En el monasterio, la risa y el conocimiento están censurados y se limitan a unos pocos, más aún, acceder al libro prohibido es irremediablemente la antesala de la muerte para muchos de los monjes que decidieron ir más allá. El educador costarricense afronta asimismo un desafío: convertirse en portador de la libertad de pensamiento, de la creación de conciencia o dejarse censurar ante los venenos de la mediocridad y el conformismo.
El alcanzar el libro supone una libertad de pensamiento asociada y ante todo la capacidad de reflexión, pero esa libertad alcanzada se castiga con la vida. La risa representa la insumisión hacia la iglesia y el poder, en otras palabras el alcance de la racionalidad e independencia del ser humano se da en el entendido de alcanzar independencia al decidir y regir sobre su propia vida o por el contrario, dejarse llevar por el oscurantismo que nada lo permite.
La inquisición como institución tal vez no haya desaparecido del todo y sólo haya quedado relegada a mentalidades cerradas que debe afrontar el educador que realmente se propone enseñar significativamente y hacer un cambio, para el teólogo William Ward “El buen educador explica. El educador superior, demuestra. El gran educador, inspira” y en ese sentido la labor como docentes debe ir más allá de cumplir con temarios y evaluar al alumno.
En “el nombre de la rosa” el reír y el acceso al conocimiento se explican con sentido científico en tanto es posible disminuir el sufrimiento humano cuando este accede a comprender su propia naturaleza y la de su entorno. Los grandes griegos como Aristóteles rescataban el sentido de la risa y el mismo Rabelais decía que “reír es lo propio del ser humano” la pedagogía surge de entre las sombras de la ignorancia y la imposición, se resguarda como risa infantil, risa que cuestiona y risa que prevalece a los años como todos esos libros que la iglesia quiso esconder, la religión se quiso legitimar a si misma implantando el sufrimiento, la ignorancia y el miedo, esconder los conocimientos era legitimar lo ilegítimo, censurar, avalar el oscurantismo.
En la Edad Media las enseñanzas eran en latín, lengua oficial de a iglesia. Es de esperar entonces que el latín sirviera de barrera, escudo, autoridad y símbolo de poder de la élite, al ser una herramienta comunicativa fuera del alcance de la gente común. Como educadores debemos proyectarnos a todos nuestros estudiantes y no permitir que el uso de tecnicismos o academicismos nos alejen de nuestros estudiantes quienes al igual que los pobladores de las villas o pueblos, podrían quedar borrados si el discurso en nuestras clases no llega a ellos, la forma de hablar puede en ese sentido, ser también una barrera que condene al alumno al aislamiento en el contradictorio afán por educarlo, en ocasiones es mejor decir las cosas más simples y llevar un mensaje adecuadamente a los demás.
La comunicación en el nombre de la rosa se ve coartada de dos modos, primeramente el acceso a los libros (la información) y en segundo punto por la preparación (el idioma) que se requiere para acceder al conocimiento. Si en nuestro afán de utilizar la tecnología como educadores nos alejamos de la realidad de nuestros estudiantes estaremos poniendo los mismos obstáculos que los monjes ponían al conocimiento, la tecnología en la práctica educativa no se trata de poner más computadoras, sino de hacer partícipe al estudiante de su uso, involucrarlo y que se convierta en un generador de conocimiento.
Las creencias vernáculas se ven obsoletas y en desventaja por la introducción de la fe cristiana y las nuevas enseñanzas, los estudiantes tienen asimismo una serie de saberes populares que pueden en cierta forma ser útiles al proceso educativo, al diálogo y a la creación de conocimiento, si condenamos ideas, acciones o formas de pensar llegaremos a una censura cultural acompañado de la imposición cultural.
Los padres del monasterio preservaron la cultura, pero también limitaron al conocimiento, su trabajo como traductores, escribas o simplemente como guardianes de los libros está marcado por dos aristas: la responsabilidad de educar y conservar el patrimonio de la humanidad, los libros y el saber, así como la preservación y registro de documentos importantes para la civilización. Pero el papel de conservación debería ponerse en entrecomillado dada la censura a numerosas obras latinas y griegas catalogadas como profanas, se crea entonces una situación de oscurantismo donde la inquisición hará valer sus derechos e intereses.
El educador puede caer en esas situaciones paradójicas y paradoxales, cuando por un lado es el que oficialmente enseña, pero hace su trabajo con desgano, cuando dice “la verdad”, pero oculta información o distorsiona la realidad, cuando sabe que debe actuar y se limita a observar, cuando sabe que alguien debió enseñar algo en un momento y no se toma el trabajo de romper el ciclo fatal de la mediocridad, cuando calla las injusticias, cuando favorece la desgracia ajena, cuando el educador deja de asumir su labor a cabalidad, también deja de ser luz para dar paso al obscurantismo y se deja seducir por la ignorancia y la falta de compromiso, cuando antepone los beneficios sindicales y su propio bienestar a los de sus estudiantes, entonces, ese educador no merece ser llamado “maestro” sino “parásito” del sistema, burócrata y de esas historias por desgracia se conocen muchas en nuestro ámbito costarricense.
Inspirado en la película:
-El nombre de la rosa
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