lunes, 11 de agosto de 2014

Los 100 sacos de arroz

Hace más de un siglo, una pequeña aldea japonesa sufría de una severa hambruna, desde Tokio mandaron 100 sacos de arroz como auxilio para solucionar el problema de la región, pero pese a esto el gobernante que recibió los sacos decidió no repartir el arroz entre sus ciudadanos.

Los aldeanos reclamaron al gobernante cuando supieron que la ayuda, en efecto, había sido destinada desde Tokio, lo confrontaron como era natural: ¡Eran cien sacos de arroz!, ¡Cómo esa persona que se suponía velaba por el bienestar de todos, podía ser tan insensible ante la necesidad evidente del pueblo!, ¿Cómo era que aquel gobernante insensato se dispondría a vender el arroz tan necesario ante la hambruna que se estaba viviendo en esos tiempos? 

Sin embargo el gobernante no claudicó a su idea, vendió los cien sacos de arroz y construyó una escuela. Si el gobernador hubiera repartido los sacos de arroz a cada familia le hubiera tocado a lo sumo medio saco a cada familia, tal vez menos con lo cual sobrevivirían quince días, o un mes… La escuela sirvió durante varias generaciones, se educaron en ella los hijos, los nietos y los hijos de estos... en el interior de ella se conservó por años un papiro que decía lo siguiente:

“Sin educar a la gente y sin pensar en el futuro,
no se podrán levantar ni desarrollar
nunca las ciudades ni el país”



Fernando Alejandro León A.

sábado, 2 de agosto de 2014

Educación inclusiva, construcción para una sociedad excluyente.


Por: Fernando Alejandro León A.

La educación es por excelencia el instrumento de compensación social; sin embargo, las palabras y los buenos deseos no arreglan el mundo, se requiere de ciudadanos activos, con gran sensibilidad y comprensión de la sociedad. 

La escuela tiene grandes limitaciones y ante todo se mantiene como un laboratorio y reflejo de la sociedad, múltiples vicios son reproducidos en la escuela y se esperaría algún grado de corrección con el transcurrir de la formación, sin embargo miles de educadores reman literalmente contracorriente cuando los estereotipos machistas, comentarios xenófobos, homofóbicos y hasta racistas están interiorizados desde el hogar por los educandos.

En efecto, no se obvia el hecho que la escuela debe realizar ajustes para facilitar la formación de los individuos en lo físico, en lo intelectual, en lo social, en lo emocional y hasta en lo cultural. Los alumnos tienen derecho a una educación de calidad en condiciones normalizadas. En ese sentido, el reconocimiento de las minorías conlleva a fortalecer los vínculos afectivos del grupo, es decir a la aceptación de la diversidad, lo cual nos lleva a afirmar que se puede abordar la diversidad en las aulas sin separatismos y esto debería ser una máxima en la educación costarricense.

El aula inclusiva es atención a la diversidad, más que un espacio es la fortaleza de pensamiento, es la policromía ante la ceguera social. Se trata entonces de concebir un nuevo modo de enfocar y vivir la educación inclusiva. La escuela que incluye las diferencias excluye las desigualdades y de alguna manera repercute en las comunidades, pero se vuelve necesaria la idea de una formación inclusiva desde el hogar, una reeducación de los padres y el cambio de paradigmas en una sociedad que por momentos se rehúsa a abandonar las etiquetas.

No hay receta mágica con la que puedan resolver automáticamente todos los problemas de la noche a la mañana, colabore usted también. Un cambio en la actitud es lo más importante, si todos los costarricenses trabajamos juntos es posible hacer la diferencia. No espere que el gobierno haga todo, empiece usted en su casa. 

Enséñele valores a sus hijos (no etiquetas sexistas que fortalecen y reproducen el machismo), no le deje su basura a los demás.Cumpla las leyes y proponga soluciones a los problemas que lo aquejan a usted y a su comunidad, no se quede en la crítica destructiva y la esperanza del que algo cambie dentro de cuatro años. Intégrese a su comunidad, colabore con programas educativos, recicle, no promueva actos de corrupción. 

Sí usted cambia su actitud, Costa Rica cambiará también y todos ganaremos con una sociedad abiertamente inclusiva. Deje de pensar en el bienestar personal, preocúpese por el país. El cambio lo hacemos todos, o no se hace del todo. Así es esto,por Costa Rica esperaría mejores tiempos para todos. Piense a futuro, tenga metas y cúmplalas. El aquí y ahora son demasiado engañosos para una sociedad como la costarricense.