sábado, 7 de julio de 2012

Código moral del educador




La principal carta de un educador son las buenas obras que realice. Tenga siempre su alma en un estado puro, para aparecer dignamente delante de su conciencia y la de los demás. No haga el mal para esperar un bien, haga siempre el bien por amor y convicción a su labor. Estime las buenas acciones, proteja a los más débiles, huya de las malas actitudes, pero no odie a nadie.

    No lisonjee exageradamente ni a su discípulo, ni a su colega, pero reconozca los aciertos que ellos tengan. No manipule a los demás, ni realice ninguna acción que a usted no le gustaría que le hiciesen. Acepte los reconocimientos con modestia, como un aliciente. Escuche siempre la voz de su conciencia. Sea padre y guía de aquel que se acerque a usted con el afán de aprender y ser mejor. Practique la caridad.

    Respete a los demás, no haga distinciones de género, edad, etnia, preferencia política o religión. Ayude a todos por igual, alumnos y padres de familia se acercan a usted buscando una luz, no oscuridad. 

    Evite las querellas, prevea los insultos y el ánimo eufórico, permita que la razón guíe sus pasos. Responda siempre con una sonrisa. Nunca niegue una segunda oportunidad, no le hace menos notable el reconocer un error, confíe en sus alumnos y colegas, pero no pretenda que ellos hagan todo el trabajo. Sea previsor e intente aportar al desarrollo intelectual de los demás. Aprenda a delegar responsabilidades, trabaje en equipo y colabore con quien solicite su ayuda.

    No realice su trabajo con lasitud o desgano. No sea ligero en airarse, recuerde que la ira reposa en el seno del necio. Sepa pedir disculpas si se equivocó. Acepte las críticas constructivas y crezca con ellas. Deseche los comentarios destructivos y malintencionados, deséchelos y reflexione, en cualquier caso aprenderá de la situación.

    Deteste la avaricia, pero administre sus bienes materiales con cuidado, para que a su vejez sustenten sus necesidades, protejan a su familia y beneficien a sus hermanos en desgracia. Comparta el conocimiento con amistad, no reniegue de admitir lo que ignora, descúbralo y aprenda usted también cuando lo comparta, así evitará la vanidad del sabelotodo.

    Aplique sabia justicia, sea imparcial y aléjese de los juicios de valor. Siga la senda del honor y de la rectitud en todo momento: sea ejemplo e ideal. El camino extraviado conduce al tedio y al fastidio. Reinvéntese cada día, nunca imparta una clase igual a otra, explore nuevas formas, sea creativo.

   Sea cortés, tenga paciencia, aplique la modestia, tenga honor en sus acciones. El corazón de los sabios está donde se practica la virtud y el corazón de los necios donde se festeja la vanidad. Lea y aproveche el tiempo, observe,  imite y mejore; reflexione y trabaje; ocúpese del bienestar de los demás e invertirá siempre para usted mismo y sus allegados.

    Reconozca que hay cosas que no podrá cambiar con su esfuerzo inmediato, pero no se resigne, luche, cambie el enfoque de la estrategia. Cuando se sienta capaz de propiciar un cambio, ponga todas tus facultades en la tarea hasta superarla. Sea fiel a sus ideales y sobre todo no caiga en la inacción. Juzgue sus propias acciones y reflexiones sobre las ajenas; no reproche ni alabe, procure sondear los corazones para apreciar las obras.

    Sea libre y prudente, grande y sin orgullo, humilde sin bajezas. Entre sus colegas y amigos sea firme sin ser tenaz, con sus alumnos sea exigente sin ser inflexible y con sus superiores sea obediente, responsable y honesto, pero sin servilismos.

    Condúzcase moderado con los superiores, prudente con sus amistades, dulce pero firme con sus estudiantes, eternamente jovial y comprometido con la comunidad. Sea justo y valeroso, defienda al oprimido, proteja al inocente y al menesteroso, sin reparar en los servicios prestados.

   Sea observador de los hombres y  las cosas, no atienda más que al mérito personal y a la satisfacción de hacer bien su labor. En cualquier situación en que se vea involucrado recuerde que nadie es tan pequeño como para no merecer respeto y ser escuchado, ni tan grande para ser alabado cual deidad. Sea un modelo a seguir, enseñe y que sus alumnos lo recuerden por lo vivido, cada día sea ese mar que sabe darse a los demás.

FALA